Puesta a ver la alegre alegria con la que los muchachos de la casa se disponen a la parranda de primavera, me dio por pensar en el cuento del cielo, y en las veces en que no solo me lo he creido, sino que lo he vivido y disfrutado. Como el Wolfgang, que me lo hace creer cada vez que escucho su concierto para clarinete...y me voy al cielo por un ratito, y vuelvo.
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