domingo, 28 de diciembre de 2008

Sin Magia Para Vivir


Uno de los motivos por los cuales rechazamos el altiplano, estriba en que allá se cree en la magia, y nosotros aquí en Buenos Aires, ya no creemos en ella. Somos extraordinariamente realistas y prácticos, por cuanto creemos en la realidad.¿Y qué es realidad para nosotros? Pues eso que se da delante de uno: las calles, las paredes, los edificios, el río, la motaña o la llanura. Todo esto no se puede modificar, porque no puedo cambiar de lugar una casa, ni alterar la orientación de una calle, ni puedo traspasar diagonalmente una manzana para llegar a mi hogar, ya que mi cuerpo es mucho más endeble que las paredes. La realidad indudablemente se impone porque es dura, inflexible y lógica. Más aún, es una especie de punto de referencia para nuestra vida, porque, cuando andamos mucho en las nubes, viene una persona práctica y nos dice: "hay que estar en la realidad".Y si no lo hacemos, se nos invoca la ciencia. Ella es la teoría que da una rara concreción a la realidad de tal modo que, no sólo ésta se refiere a las paredes y a las piedras, sino también a otros órdenes. Hay una ciencia económica para nuestros sueldos, otra para la política, otra para nuestras aspiraciones profesionales, otra para nuestros impulsos. Y todo es realidad, aunque "científica". La realidad es entonces como un mar de plomo, que abarca un sin fin de sectores, y en el cual debemos desplazarnos con cuidado. Pero un día estamos tranquilos en nuestra casa, y viene un amigo y nos trae la noticia de que en la esquina hay un plato volador. ¿Y nosotros qué decimos? Pues ver para creer. De inmediato pensamos salir corriendo, claro está doblando prudentemente las esquinas para llegar al lugar donde se depositó el extraño artefacto. Ahí lo veremos, y luegocreeremos. La realidad coincide con las cosas que se ven. Pero podría ocurrir que no saliéramos corriendo, y le dijéramos a nuestro amigo: "¿Me vas a hacer creer que se trata de un plato volador?" Y el amigo nos respondiera: "Todo el mundo lo dice". Es curioso, ya lo dijimos, por una parte yo le hago notar al amigo que él me tiene que hacer creer, y por la otra, él se confabula con todo el mundo, o sea con los seis millones de habitantes de Buenos Aires, para que yo le crea. Y esto ya no es ver creer, sino al revés: creer para ver. A veces tengo que ver la realidad para creer en ella, otras veces tengo que creer en la realidad para verla. Por una parte quiero ver milagros para cambiar mi fe, y, por la otra, quiero cambiar mi fe para ver milagros.Por eso, podemos creer en la realidad y en la ciencia, pero nos fascina que un hechicero del norte argentino haga saltar el fuego del fogón, para hacerlo correr por la habitación. También nos fascina que en Srinagar, en la India, algún guru o maestro realice la prueba de la cuerda, consistente en hacerla erguir en el espacio y en obligar a ascender por ella a un niño, quien probablemente nunca más volverá a descender. Y también nos fascinan los malabaristas en el teatro, porque hacen aparecer o desaparecer cosas, o seccionan a un ser humano en dos partes, y luego las vuelven a pegar sin más. ¿Y qué nos fascina en todo esto? Pues que la realidad se modifica. ¿Y en qué quedó el carácter inflexible, duro, lógico y científico de la realidad?Mientras escribo estas líneas veo por mi ventana un árbol. Este pertenece a la dura realidad. ¿Si yo me muero , el árbol quedará ahí? No cabe ninguna duda. ¿Pero no podría pasarle al árbol lo que a nosotros, cuando muere un familiar querido? ¿En este caso qué lamentamos más: la ausencia definitiva del familiar, o más bien la hermosa opinión que él tenía de nosotros? ¿Le pasará lo mismo al árbol? Yo siempre lo he visto hermoso, y mi vecino, quien es muy práctico, ya no lo verá asi. Cuando yo muera, morirá mi opinión sobre el árbol, y el árbol se pondrá muy triste y se morirá también.¿Pero no habíamos dicho que la realidad es dura, flexible y lógica? Así lo dicen los devotos de la ciencia. Pero a mí nadie me saca la sospecha de que los árboles no obstante piensan y sienten. Porque ¿qué es la ciencia? No es más que el invento de los débiles que siempre necesitan una dura realidad ante sí, llena de fórmulas matemáticas y deberes impuestos, sólo porque tienen miedo de que un árbol los salude alguna mañana cuando van al trabajo. Un árbol que dialoga seria la puerta abierta al espanto y nosotros queremos estar tranquilos, y dialogar con nuestros prójimos y con nadie más. Evidentemente no creemos en la magia, no sólo porque tengamos una firme convicción de la dureza de la realidad, sino ante todo porque necesitamos llevarnos bien con 6 millones de prójimos encerrados en la ciudad de Buenos Aires. Y para ello es preciso poner en vereda a los árboles con su lenguaje monstruoso y creer en la dura, inflexible y lógica realidad. (*)
(*) Fuente: Rodolfo Kusch, Obras completas(vl), Indios, porteños y dioses, Buenos Aires, Editorial Fundación Ross.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Venus y Adonis



"Suéltame la mano -replica él-; ¿por qué me la estrechas?
Suéltame el corazón -contesta ella-, y te la dejaré".


Venus y Adonis

Obras Líricas

William Shakespeare


Pintura de Daniel Torrent

sábado, 20 de diciembre de 2008

martes, 16 de diciembre de 2008

Sobre la música y la poesía


PARA ESCUCHAR CON AUDIFONOS

Por Julio Cortázar

... Escucho desde los audífonos la grabación de un cuarteto de Bartok, y siento desde lo más hondo un puro contacto con esa música que se cumple en su tiempo propio y simultáneamente en el mío. Pero después, pensando en el disco que duerme ya en su estante junto con tantos otros, empiezo a imaginar decursos, puentes, etapas, y es el vértigo frente a ese proceso cuyo término he sido una vez más hace unos minutos. Imposible describirlo- o meramente seguirlo- en todos sus pasos, pero acaso se pueden ver las eminencias, los picos del complejísimo gráfico. Principia por un músico húngaro que inventa, transmuta y comunica una estructura sonora bajo la forma de un cuarteto de cuerdas. A través de mecanismos sensoriales y estéticos, y de la técnica de su transcripción inteligible, esa estructura se cifra en el papel pentagramado que un día será leído y escogido por cuatro instrumentistas; operando a la inversa el proceso de creación, estos músicos transmutarán los signos de la partitura en materia sonora. A partir de ese retorno a la fuente original, el camino se proyectará hacia adelante; múltiples fenómenos físicos nacidos de violines y violoncellos convertirán los signos musicales en elementos acústicos que serán captados por un micrófono y transformados en impulsos eléctricos; estos serán a su vez convertidos en vibraciones mecánicas que impresionarán una placa fonográfica de la que saldrá el disco que ahora duerme en su estante. Por su parte el disco ha sido objeto de una lectura mecánica, provocando las vibraciones de un diamante en el surco (ese momento es el más prodigioso en el plano material, el más inconcebible en términos no científicos), y entra ahora en juego un sistema electrónico de traducción de los impulsos a señales acústicas, su devolución al campo del sonido a través de altavoces o de audífonos más allá de los cuales los oídos están esperando en su condición de micrófonos para a su vez comunicar los signos sonoros a un laboratorio central del que en el fondo no tenemos la menor idea útil, pero que hace media hora me ha dado el cuarteto de Bela Bartok en el otro vertiginoso extremo de ese recorrido que a pocos se les ocurre imaginar mientras escuchan discos como si fuera la cosa más sencilla de este mundo.

Cuando entro en mi audífono,

cuando las manos lo calzan en la cabeza con cuidado

porque tengo una cabeza delicada

y además y sobre todo los audífonos son delicados,

es curioso que la impresión sea la contraria,

soy yo el que entra en mi audífono, el que asoma la

cabeza a una noche diferente, a una oscuridad otra.

Afuera nada parece haber cambiado, el salón con sus lámparas,

Carol que lee un libro dc Virginia Woolf en el sillón de enfrente,

los cigarrillos, Flanelle que juega con una pelota de papel,

lo mismo, lo de ahí, lo nuestro, una noche más.

y ya nada es lo mismo porque el silencio del afuera amortiguado

por los aros de caucho que las manos ajustan

cede a un silencio diferente,

un silencio interior, el planetario flotante de la sangre,

la caverna del cráneo, los oídos abriéndose a otra escucha,

y apenas puesto el disco ese silencio como de viva espera,

un terciopelo de silencio, un tacto de silencio, algo que tiene

de flotación intergaláxica, dc música de esferas, un silencio

que es un jadeo silencio, un silencioso frote de grillos estelares,

una concentración de espera (apenas dos, cuatro segundos), ya la aguja

corre por el silencio previo y lo concentra

en una felpa negra (a veces roja o verde), un silencio fosfeno

hasta que estalla la primera nota o un acorde

también adentro, de mi lado, la música en el centro del

cráneo de cristal

que vi en el British Museum, que contenía el cosmos

centelleante

en lo más hondo de la transparencia, así

la música no viene del audífono, es como si surgiera de mí mismo,

soy mi oyente,

espacio puro en el que late el ritmo

y urde la melodía su progresiva telaraña en pleno

centro de la gruta negra.

Cómo no pensar, después, que de alguna manera la poesía es una palabra que se escucha con audífonos invisibles apenas el poema comienza a ejercer su encantamiento. Podernos abstraernos con un cuento o una novela, vivirlos en un plano que es más suyo que nuestro en el tiempo de lectura, pero el sistema de comunicación se mantiene ligado al de la vida circundante, la información sigue siendo información por más estética, elíptica, simbólica que se vuelva. En cambio el poema comunica el poema, y no quiere ni puede comunicar otra cosa. Su razón de nacer y de ser lo vuelve interiorización de una interioridad, exactamente como los audífonos que eliminan el puente de fuera hacia adentro y viceversa para crear un estado exclusivamente interno, presencia y vivencia de la música que parece venir desde lo hondo de la caverna negra.

Nadie lo vio mejor que Rainer María Rilke en el primero de los sonetos a Orfeo:

O Orpheus singt! o Hoher Baum im Ohr!

Orfeo canta. ¡Oh, alto árbol en el oído!

Arbol interior: la primera maraña instantánea de un cuarteto de Brahms o de Lutoslavski, dándose en todo su follaje. Y Rilke cerrará su soneto con una imagen que acendra esa certidumbre de creación interior, cuando intuye por qué las fieras acuden al canto del dios, y dice a Orfeo:

da shufst da ihnen Tempel ím Gehür

y les alzaste un templo en el oído.

Orfeo es la música, no el poema, pero los audífonos catalizas esas “similitudes amigas” de que hablaba Valéry. Si audífonos materiales hacen llegar la música desde adentro, el poema es en sí mismo un audífono del verbo; sus impulsos pasan de la palabra impresa a los ojos y desde ahí alzan el altísimo átbol en el oído interior.(*)

(*) Fuente: Julio Cortázar, Salvo el crepúsculo, Biblioteca Cortázar, Ed. Alfaguara

miércoles, 22 de octubre de 2008

El recogimiento

El Hambre


Tened presente el hambre: recordad su pasado

turbio de capataces que pagaban en plomo.

Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,

con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,

sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,

sus ávidas quijadas, sus miserables vidas

frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura,
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.

Para que venga el pan justo a la dentadura

del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.



Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,

los que entienden la vida por un botín sangriento:

como los tiburones, voracidad y diente,

panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.

Sumaban para el otro su cantidad los panes.

Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños

de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,

cicatrices y heridas, señales y recuerdos

del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:

cerdos con un origen peor que el de los cerdos.



Por haber engordado tan baja y brutalmente,

más abajo de donde los cerdos se solazan,

seréis atravesados por esta gran corriente

de espigas que llamean, de puños que amenazan.



No habéis querido oír con orejas abiertas

el llanto de millones de niños jornaleros.

Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas

a pedir con la boca de los mismos luceros



En cada casa, un odio como una higuera fosca,

como un tremante toro con los cuernos tremantes,

rompe por los tejados, os cerca y os embosca,

y os destruye a cornadas, perros agonizantes.



El hambre es el primero de los conocimientos:

tener hambre es la cosa primera que se aprende.

Y la ferocidad de nuestros sentimientos,

allá donde el estómago se origina, se enciende.

Uno no es tan humano que no estrangule un día

pájaros sin sentir herida en la conciencia:

que no sea capaz de ahogar en nieve fría

palomas que no saben si no es de la inocencia.



El animal influye sobre mí con extremo,

la fiera late en todas mis fuerzas, mis pasiones.

A veces, he de hacer un esfuerzo supremo

para acallar en mí la voz de los leones.



Me enorgullece el título de animal en mi vida,

pero en el animal humano persevero.

Y busco por mi cuerpo lo más puro que anida,

bajo tanta maleza, con su valor primero.



Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos

donde la vida habita siniestramente sola.

Reaparece la fiera, recobra sus instintos,

sus patas erizadas, sus rencores, su cola.

Arroja sus estudios y la sabiduría,

y se quita la máscara, la piel de la cultura,

los ojos de la ciencia, la corteza tardía

de los conocimientos que descubre y procura.



Entonces solo sabe del mal, del exterminio.

Inventa gases, lanza motivos destructores,

regresa a la pezuña, retrocede al dominio

del colmillo, y avanza sobre los comedores.

Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara

dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.

Entonces sólo veo sobre el mundo una piara

de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.



Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,

tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,

el pan, el día, el hambre no tenga compartido

con otras hambres puestas noblemente en la boca.




Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera

hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.

Yo, animal familiar, con esta sangre obrera

os doy la humanidad que mi canción presiente.

Miguel Hernández

La Belleza de la voz

El nacimiento de la literatura



Los antropólogos de la Universidad de Duke, en los Estados Unidos, estiman que el hombre de Neandertahl, que habitó la tierra hace más de cuatrocientos mil años, poseía el don de la palabra. Esta novedad podría contestar una pregunta que hasta hoy no tenía respuesta.
Para encontrar esa respuesta habrá que retroceder hasta una tribu de Neanderthal, una noche en especial. Los hombres y mujeres están alrededor del fuego, buscan calor y celebran el fin de otra jornada. A la mañana de ese mismo día, los hombres habían partido de caza en busca de alimentos. Las mujeres, en tanto, cuidaban a sus críos. Ahora que el sol ya se fue, es tiempo de descanso y de contar las experiencias del día. Cada hombre dice como atrapó a la presa que perseguía. No saben mentir.
Pero para uno de estos hombres la caza había sido un fracaso. Cuando llega su turno, no tiene proezas para contar. Entonces decide inventarlas. Miente una cacería imposible. Lo hace con tal perfección que transforma una mentira en una historia bella y apasionante. Todos piden que la repita.
Aquella noche, sin saberlo, ese anónimo hombre de Neanderthal acababa de inventar la literatura.

Battista, Vicente

El nacimiento

En frasco chico

Editorial Colihue

Dionisios Navegando

Dionisios navegando. Decorado por Execias. 540-530 a.C. Procedente de Unla

miércoles, 7 de mayo de 2008

SINTOMAS DE LA RUPTURA CON LA MUJER SALVAJE


SENTIRSE EXTREMADAMENTE SECA
FATIGADA
FRÁGIL
DEPRIMIDA
CONFUSA
AMORDAZADA
APÁTICA HASTA EL EXTREMO
SENTIRSE ASUSTADA
LISIADA
FALTA DE INSPIRACIÓN, ANIMACIÓN, ESPIRITUALIDAD O SIGNIFICADO
AVERGONZADA
CRÓNICAMENTE IRRITADA
VOLUBLE
ATAREADA
CARENTE DE CREATIVIDAD
COMPRIMIDA
ENLOQUECIDA
IMPOTENTE
DUBITATIVA
TEMBLOROSA
BLOQUEADA E INCAPAZ DE SEGUIR ADELANTE
CEDER LA VIDA CREATIVA A LOS DEMÁS
HACER ELECCIONES QUE NOS DESGASTEN SIN TENER EN CUENTA LOS PROPIOS CICLOS
SOBREPROTEGER AL YO
SENTIRSE INERTE, INSEGURA, VACILANTE, INCAPAZ DE PONERSE LIMITES
NO EMPEÑARSE EN SEGUIR EL PROPIO RITMO
ARRASTRADA HACIA LA DOMESTICIDAD, EL INTELECTUALISMO, EL TRABAJO O LA INERCIA
TEMOR A AVENTURARSE EN SOLITARIO O REBELARSE
TEMOR A BUSCAR A UN MENTOR, A UNA MADRE O A UN PADRE
TEMOR A PRESENTAR UN TRABAJO HASTA QUE NO SE HA CONSEGUIDO LA PERFECCION ABSOLUTA
TEMOR A EMPRENDER UN VIAJE
TEMOR A INTERESARSE POR OTRO O POR OTROS
TEMOR A SEGUIR ADELANTE, HUIR O VENIRSE ABAJO
REBAJARSE ANTE LA AUTORIDAD
PERDER LA ENERGÍA EN PRESENCIA DE PROYECTOS CREATIVOS
SENTIR ENCOGIMIENTO, HUMILLACIÓN, ANGUSTIA, ENTUMECIMIENTO, ANSIEDAD.
TEMOR A REACCIONAR CON AGRESIVIDAD CUANDO YA NO QUEDA MÁS QUE HACER
TEMER PROBAR COSAS NUEVAS, ENFRENTAR DESAFÍOS, HABLAR CLARO, OPONERSE.
SENTIR NÁUSEAS, MAREOS, ACIDEZ ESTOMACAL
SENTIRSE COMO CORTADA POR LA MITAD O ASFIXIADA
MOSTRARSE CONCILIADORA O EXCESIVAMENTE AMABLE
VENGARSE
TEMOR A DETENERSE O A ACTUAR
CONTAR REPETIDAMENTE HASTA 3 SIN PODER ACTUAR
TENER COMPLEJO DE SUPERIORIDAD

DEL LIBRO “MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS” CLARISSA PINKOLA ESTÉS