jueves, 23 de julio de 2009

La Luna, por Kila Tumal


Cuanto cuesta despertar sin enloquecer
La luna observa fría nuestra
inhumanidad
Lejana, se aleja cada vez más
Lejanos, quieren que uno tema
ser

Es que no sé si hay algo que contarnos
Si nadie está dispuesto a
escucharse
La magia surge al encontrarnos
Tanto apilado y
nada...nada...
Algo está mal... algo está mal...
Y no soy yo
Y ahí van,
casi sin respirar
Quién se presta para el sacrificio del hoy
Somos el
sacrificio del hoy
Es que no sé si hay algo que contarnos
Si nadie está
dispuesto a escucharse
La magia surge al encontrarnos
Tanto apilado y
nada...

Cuanto cuesta despertar sin enloquecer
La luna observa fría nuestra
inhumanidad
Lejana, se aleja cada vez más
Lejanos, quieren que uno tema
ser

Yo soy donde el cielo se rompe
Donde las mil estrellas son una
Me encuentran en la cuna
Donde sé que no hay nada que saber
El mundo quiere ser
uno
Y estallarse en mi
Quebrarse en mi
Tengo la mirada posada en ti
Y cada
tanto me olvido

Somos la gota de un mar
Que ya no está más seco
Sus aguas
irán creciendo
La luna impulsando su marea
Espera el momento, lo crea
Y yo
vuelvo a cantar que el
Mundo quiere ser uno
Y estallarse en mi
Vivir por
siempre en mi
Tengo la mirada posada en ti
Y cada tanto me olvido
Cada
tanto me olvido de mi.

Kila Tumal
Es una banda musical de jóvenes compositores, La luna es una de las letras de sus canciones.
Foto, Franco De Marco

martes, 14 de julio de 2009

La Patria


Esta tierra sobre los ojos,

este paño pegajoso negro de estrellas impasibles,

esta noche continua, esta distancia.

Te quiero, país tirado más abajo del mar, pez panza arriba,

pobre sombra de país, lleno de vientos,

de monumentos y espamentos,

de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos,

escupido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas,

repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando

de babas y estupor canchas de fútbol y ringsides.

Pobres negros.

Te estás quemando a fuego lento, y dónde el fuego,

dónde el que come los asados y te tira los huesos.

Malandras, cajetillas, señores y cafishos,

diputados, tilingas de apellido compuesto,

gordas tejiendo en los zaguanes, maestras normales, curas, escribanos,

centrofordwards, livianos, Fangio solo, tenientes

primeros, coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos

bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos,

secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco,

contraflor al resto.Y qué carajo,

si la casita era su sueño, si lo mataron en pelea,

si usted lo ve, lo prueba y se lo lleva. -





Liquidación forzosa, se remata hasta lo último.

Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía,

te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña

envuelto en la bandera que nos legó Belgrano,

mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate

con su verde consuelo, lotería del pobre,

y en cada piso hay alguien que nació haciendo discursos

para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos.

Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos,

pobres blancos que viven un carnaval de negros,

qué quiniela, hermanito, en Boedo, en la Boca,

en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera,

en los ranchos que paran la mugre de la pampa,

en las casas blanqueadas del silencio del norte,

en las chapas de zinc donde el frío se frota,

en la Plaza de Mayo donde ronda la muerte trajeada de Mentira.

Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking,

vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga,

tercera posición, enegía nuclear, justicialismo, vacas,

tango, coraje, puños, viveza y elegancia.



Tan triste en lo más hondo de1 grito, tan golpeado

en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia.

Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo

saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga,

no te metás, qué vachaché, dale que va, paciencia.

La tierra entre los dedos, la basura en los ojos,

ser argentino es estar triste, ser argentino es estar lejos.



Y no decir: mañana,

porque ya basta con ser flojo ahora.

Tapándome la cara

(el poncho te lo dejo, folklorista infeliz)

me acuerdo de una estrella en pleno campo,

me acuerdo de un amanecer de puna,

de Tilcara de tarde, de Paraná fragante,

de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos

quemando un horizonte de bañados.

Te quiero, país, pañuelo sucio, con tus calles

cubiertas de carteles peronistas, te quiero

sin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho,

nada más que de lejos y amargado y de noche.

Julio Cortázar
(Gracias por recordárnoslo Ana!)

Donado para la memoria por Ana Danich

domingo, 12 de julio de 2009

No me acuerdo


No me acuerdo de la Primera Guerra Mundial pero la leí hace mucho
No me acuerdo de mi primer viaje a Acapulco pero sí de haber leído Crónica de una muerte anunciada en la vieja carretera interminable.
No me acuerdo de ninguna mujer de principios de siglo que no sea Margarita.
No me acuerdo de qué color era el sillón en el que escuché caer el hacha de Raskólnikov. Un sonido apagado que aun corta en mis oídos.
No me acuerdo de ningún cacique mexicano que no se parezca a Pedro Páramo.
No me acuerdo de ninguna cuerda que no haya ahorcado a un inocente.
No me acuerdo de cien años a menos que estén tan apretados.
No me acuerdo de ninguna fuga que no haya sido interminable.
No me acuerdo ya de mis amigos, mejor me acuerdo de Dunois, Billard y el señor Lacaze.
No me acuerdo de haber olido nunca un cadáver, sé que huele a podredumbre, a leche fermentada, al elíxir de las hienas.
No me acuerdo de haber entrado en un panteón sino era en busca de Balzac, Cioran, Duras.
No me acuerdo de más tristes tigres que de tres.
No me acuerdo de ningún lunes que no sea aquel en que se inició la eternidad.
No me acuerdo de haber querido ir a África hasta que se volvió una cuestión personal.
No me acuerdo qué gritaban en la calle mientras Bartleby se negaba nuevamente a hacerlo.
No me acuerdo de la metempsicosis aunque sé que puede llegarse a ella enlazando una jarcia.
No me acuerdo de la Caja de Pandora pero sí de la idiotez de Epimeteo.
No me acuerdo de ninguna tentación que no nazca del amor por el fracaso.
No me acuerdo de ningún silencio que no esconda un ruido de fondo.
No me acuerdo qué estaba comiendo mientras cortaban la cabeza a Damasceno.
No me acuerdo de 1984 aunque recuerdo 1984.
No me acuerdo de ninguna vida que no sea minúscula.
No me acuerdo de un viaje mejor que del que lleva de la cama al escritorio.
No me acuerdo de un calor tan sofocante como el capaz de derretir un par de alas en el aire.
No me acuerdo del lugar en que se encuentra el Mississippi, me acuerdo de que ruge como mil fierros chocando.
No me acuerdo de mejor comedia que la nuestra.
No me acuerdo de París más que de noche.
No me acuerdo de ningún viejo que no sea un pobre Rey Lear.
No me acuerdo de haber oído insultos que los que repite siempre Parra.
No me acuerdo de ninguna infancia apacible.
No me acuerdo de haber visto una serpiente que no se alimentara de elefantes.
No me acuerdo del frío de la nieve, sí del riesgo de no atinar a encender unos cerillos.
No me acuerdo de haber estado en presencia de un oso y aún me aterra el filo de sus garras.
No me acuerdo de haber despertado con la nota de una mujer en la almohada pero Carlota me dejó una nota que decía: Volveré al medio día. Y después de su inicial: O quizá más tarde.
No me acuerdo de haber visto los colores hasta haber leído Para siempre.
No me acuerdo de haberme asomado al agujero hasta que encontré a mi Alicia en su caída.


Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) es autor del libro de relatos Arrastrar esa sombra

jueves, 9 de julio de 2009

Romance de la luna, luna


A Conchita García Lorca


La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.

Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Federico García Lorca