miércoles, 28 de enero de 2009

viernes, 23 de enero de 2009

ELLA


Es cierto que, de vez en cuando, pensaba en Mona efectivamente, no como una persona en un aura definida de tiempo y espacio, sino aisladamente, separada, como si se hubiera hinchado hasta convertirse en una gran forma de nube que borraba el pasado. No podía permitirme pensar en ella largo rato; si lo hubiera hecho, me habría arrojado desde el puente. Es extraño. Había llegado a reconciliarme con aquella vida sin ella, y, sin embargo, si pensaba en ella sólo por un minuto, era suficiente para traspasar el hueso y la médula de mi contento y arrojarme de nuevo al canal agonizante de mi lastimoso pasado.

Durante siete años anduve dia y noche con una sola obsesión: ella. Si hubiera un cristiano tan fiel para con Dios como yo fui para con ella, hoy todos seríamos Jesucristos. Día y noche pensaba en ella, incluso cuando la engañaba. Y ahora a veces, en medio de los acontecimientos, a veces, cuando me siento absolutamente libre de todo eso, de repente, al doblar una esquina quizá, aparece una plazuela, unos cuantos árboles y un banco, un lugar desierto donde nos paramos a discutir, donde nos trastornamos mutuamente con amargas escenas de celos. Siempre un lugar desierto, como la Place de l'Estrapade, por ejemplo, o esas calles sucias y sórdidas por los alrededores de la Mezquita o a lo largo de esa tumba abierta de una Avenue de Breteuil que a las diez de la noche está tan silenciosa, tan muerta, que te hace pensar en el asesinato o en el suicidio, en cualquier cosa que pudiera crear un vestigio de drama humano. Cuando comprendo que se ha ido, que quizá se haya ido para siempre, un gran vacío se abre y siento que voy cayendo, cayendo, cayendo en un espacio profundo y negro. Y eso es peor que las lágrimas, más profundo que el remordimiento o el dolor o la pena; es el abismo a que fue arrojado Satán. No hay modo de volver a trepar, ni un rayo de luz ni el sonido de una voz humana ni el humano contacto de una mano. Cuántos miles de veces, al caminar por las calles de noche, me he preguntado si llegaría de nuevo el día en que ella estaría a mi lado: todas las miradas anhelantes que dediqué a los edificios y estatuas, los que había mirado tan ansiosa, tan desesperadamente, que ahora mis pensamientos deben haberse convertido en parte integrante de los propios edificios y estatuas; éstos deben de estar saturados de mi angustia. Tampoco podía por menos de pensar en que, cuando habíamos caminado uno al lado del otro por aquellas calles sórdidas y sucias tan saturadas ahora con mi sueño y con mi anhelo, ella no había observado nada, no había sentido nada: eran como cualesquiera otras calles para ella, un poco sórdidas tal vez, y nada más. No recordaría que en cierta esquina yo me había detenido para recoger su horquilla ni que, cuando me agaché a atarle los cordones, se me quedó grabado el lugar en que había descansado su pie y que permanecería allí para siempre, incluso después de que se hayan demolido las catedrales y de que haya quedado barrida para siempre jamás toda la civilización latina.
Trópico de Cáncer
Henry Miller

miércoles, 21 de enero de 2009

El sexo y el amor


“Querido Coleccionista: Le odiamos. El sexo pierde todo su poder y su magia cuando es explícito, rutinario, exagerado, cuando es una obsesión mecánica. Se convierte en un fastidio. Ud. nos ha enseñado más que nadie sobre el error de no mezclar sexo con emociones, apetitos, deseos, lujuria, fantasías, caprichos, vínculos personales, relaciones profundas que cambian su color, sabor, ritmo, intensidad.
No sabe lo que se pierde por su observación microscópica de la actividad sexual, excluyendo los aspectos que son el combustible que la enciende: intelectuales, imaginativos, románticos, emocionales. Esto es lo que le da al sexo su sorprendente textura, sus transformaciones sutiles, sus elementos afrodisíacos. Usted reduce su mundo de sensaciones, lo marchita, lo mata de hambre, lo desangra.
Si nutriera su vida sexual con toda la excitación y aventura que el amor inyecta a la sexualidad, sería el hombre más potente del mundo. La fuente del poder sexual es la curiosidad, la pasión. Usted está viendo extinguirse su llamita asfixiada. La monotonía es fatal para el sexo. Sin sentimientos, inventiva, disposición, no hay sorpresas en la cama: El sexo debe mezclarse con lágrimas, risas, palabras, promesas, escenas, velos, envidias, todos los componentes del miedo, viajes al extranjero, nuevos rostros, novelas, historia, sueños, fantasías, música, danza, opio, vino.
¿Sabe cuánto pierde por tener ese periscopio en la punta de su sexo, cuando podría gozar un harén de maravillas distintas y novedosas? No hay dos cabellos iguales, pero usted no nos permite perder palabras en la descripción del cabello; tampoco dos olores, pero si nos expandimos en esto, usted chilla : ¡Sáltense la poesía! No hay dos pieles con la misma textura y jamás la luz, temperatura o sombras son las mismas, nunca los mismos gestos, pues un amante, cuando está excitado por el amor verdadero, puede recorrer la gama de siglos de ciencia amorosa. ¡Qué variedad, qué cambios de edad, qué variaciones en la madurez y la inocencia, perversión y arte...!
Nos hemos sentado durante horas preguntándonos cómo es usted.
Si ha negado a sus sentidos seda, luz, color, olor, carácter, temperamento, debe estar ahora completamente marchito. Hay tantos sentidos menores fluyendo como afluentes al río del sexo, nutriéndola. Sólo la pulsación unánime del sexo y el corazón juntos pueden crear éxtasis.”


Carta de Anais Nin a El coleccionista

lunes, 19 de enero de 2009



Hay cada vez más personas que tienen como pasatiempo matar a otros seres humanos...

Dios Marte

Velázquez

viernes, 16 de enero de 2009

El Don de la carencia


Todo lo que somos se lo debemos a una carencia: una carencia que puso en marcha un sentimiento, y ese sentimiento se convirtió en pensamiento. Es muy probable que gran parte del vuelo mental de Albert Einstein se haya debido a sus conocidos aplazos en física durante su juventud.(…) Es así como los pueblos felices no tienen arte, como bien lo sintetiza Graham Greene en un conocido diálogo en el que un italiano le dice a un suizo más o menos éstas palabras: “Nosotros tuvimos quinientos años de asesinatos, traiciones, golpes de Estado, negociados y envenenamientos y produjimos un Miguel Ángel, un Leonardo y un Rafael. Ustedes tuvieron quinientos años de paz, ¿y qué han hecho? Dos tipos de quesos y relojes cucú”.

Dalmiro Sáenz
Carta Abierta a mi futura ex mujer
Gárgola

Dualidades


La Mona Lisa
Leonardo vs. Duchamp

lunes, 12 de enero de 2009

sábado, 10 de enero de 2009

La Eternidad


Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.
Ya todo está. Los miles de reflejos
que entre dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que irá dejando todavía.
Y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores
y las puertas se cierran a tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores.

Everness. Jorge Luis Borges, Nueva antología personal. Club Bruguera,1980

sábado, 3 de enero de 2009

Los Celos...

Insignificancias tan ligeras como el aire son para los celosos pruebas tan poderosas como las afirmaciones de las Sagradas Escrituras...

Otelo, el Moro de Venecia

William Shakespeare