martes, 26 de octubre de 2010

Sobre el erotismo


En la década de los cuarenta, Anaïs Nin y Henry Miller sobrevivieron un

tiempo escribiendo cuentos eróticos para un hombre que les pagaba por

página. Este cliente, que se hacía llamar el Coleccionista, permaneció siempre

anónimo llenando de indignada curiosidad a los dos grandes autores que

prestaron su talento y su pluma para satisfacer sus caprichos. Este

coleccionista de pornografía no apreciaba el estilo y en repetidas ocasiones les

exigió que “se saltaran la poesía” y se concentraran en el sexo, porque lo

demás no les interesaba. Anaïs Nin le escribió una carta en la que define

magistralmente la esencia del erotismo:

Querido coleccionista: Le odiamos. La sexualidad pierde su fuerza y su magia cuando se hace explícita, automática, exagerada, cuando se convierte en una obsesión mecánica. Llega a ser aburrida. Usted nos ha enseñado mejor que nadie lo erróneo que es no combinarla con la emoción, la sed, el deseo, la lujuria, los antojos, los caprichos, los lazos personales, las relaciones más profundas, que cambian su color, su sabor, sus ritmos y sus intensidades.

No sabe usted lo que se pierde con su análisis microscópico de la actividad sexual y la exclusión de todo lo demás, sin el combustible que la enciende: lo intelectual, lo imaginativo, lo romántico, lo emotivo. Es todo esto lo que da a la sexualidad sus sorprendentes texturas, sus sutiles transformaciones, sus elementos afrodisiacos. Usted reduce el mundo de sus sensaciones. Lo está marchitando, lo hace pasar sed, lo deja sin sangre... No hay dos pieles que tengan la misma textura, nunca hay la misma luz, ni la misma temperatura ni las mismas sombras, ni tampoco el mismo gesto; porque el amante, cuando está encendido por un verdadero amor, puede recorrer la interminable historia de tantos siglos de cuentos de amor. Una enorme gama, enormes cambios de época, variaciones de madurez e inocencia, perversidad y arte, animales graciosos y naturales.

sábado, 23 de octubre de 2010


“En la isla a veces habitada de lo que somos, hay noches, mañanas y madrugadas en que no necesitamos morir.
En ese momento sabemos todo lo que fue y será.
El mundo se nos aparece explicado definitivamente y entra en nosotros una gran serenidad, y se dicen las palabras que la significan.
Levantamos un puñado de tierra y la apretamos en las manos. Con dulzura.
Allí está toda la verdad soportable: el contorno, la voluntad y los límites.
Podemos en ese momento decir que somos libres, con la paz y con la sonrisa de quien se reconoce y viajó alrededor del mundo infatigable, porque mordió el alma hasta sus huesos.
Liberemos sin apuro la tierra donde ocurren milagros como el agua, la piedra y la raíz.
Cada uno de nosotros es en este momento la vida.
Que eso nos baste."

José Saramago

miércoles, 6 de octubre de 2010

Letra: Juan Sasturain. Música: Rimsky-Korsakov



De Clase Unica

Dicen que hay

dos clases de mujeres:

las que te cobran y

las que te lo hacen pagar.

La que yo digo es de clase única.

No tiene

caja habilitada y ya gastó

su talonario de facturas

en el último ejercicio

registrado en común.

Ahora sólo espera

que yo llegue

regalado.

Dicen que hay

dos clases de regalos:

los que se esperan y

los que se hacen esperar.

El que yo digo es de clase única.

Se empaqueta

solo

se pone

el moño desde adentro y

se arrima

a la puerta de su amor

a esperar que le abran.

Dicen que hay

dos clases de amor:

el que te mata y

el que no te deja vivir.

El que yo digo es de clase única.

Pasta en la reserva

para animales

en vías de extinción,

se cuida

con fervor de resucitado y ya

no muerde:

come de la mano y hasta

se deja domesticar sin que

se le marchiten

los colores

o lo espante

la muerte.

Dicen que hay

dos clases de muerte

pero no es cierto:

sólo hay una

y ya pasó.